Tragedia minúscula, donde nada trágico sucede, a la vez que comedia iróniza sobre cierta sociedad española de provincias, DOÑA ROSITA es la más chejoviana de las obras de Lorca, y una de las más queridas por él. Para mí, la otra cara de sus tragedias más famosas: una especie de “Cara B” de Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba, donde no hay muertes, venganzas ni crímenes, sino solo el poder corrosivo del tiempo, que arrasa con todo. Un tiempo que, para ocultar el silencio, se llena con palabras, porque lo importante ya fue, o será. Lo importante está en el pasado o en el futuro, nunca en el presente, que solo es “el dilatado presente del deseo”. Nuestra Rosita será una relectura contemporánea sobre esta obra: una comedia trágica, o una tragedia cómica, sobre el paso del tiempo, las decisiones tomadas, y cómo pasado y presente se influyen mutuamente.
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