“De pequeño me encerraba en mi cuarto y me vestía con la falda verde de mi madre. Me adornaba el pelo con flores, me maquillaba, y bailaba a escondidas. Ese baile era impensable fuera de esas cuatro paredes”.
De esta memoria íntima de la infancia nace ‘¡Viva!’, en unas circunstancias, donde reglas sociales y artísticas, imponen de alguna manera a que el artista deba manifestarse según su género. Después de que la ilusión el deseo y la necesidad, se hayan visto aislados, permaneciendo en silencio durante años, ‘¡Viva!’, ve la luz, rememorando aquellos instantes. Dejando abierta esa puerta que separa, lo que se convirtió en privado con lo publico.
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