Los Disciplinantes de la Cofradía de la Santa Veracruz de San Vicente, más conocidos como “Picaos”, son una de las manifestaciones religiosas más importantes y conocidas de España y están íntimamente ligados a San Vicente. Actualmente no se puede hablar de la persistencia de este ancestral rito en ningún otro lugar; San Vicente de la Sonsierra es el pueblo de los “Picaos”.
Y esto es así por haber sido capaz de mantener esta costumbre a lo largo de estos siglos, sin haber decaído en la observancia de la regla. Porque, no en vano, ésta es la última y única manifestación del rito penitencial, mediante flagelación, que queda en España donde, hasta el siglo XVIII, era práctica relativamente frecuente en pueblos y ciudades.
Aunque los estatutos se presentaron el 19 de junio de 1551, el documento más antiguo de esta cofradía es un decreto de 1524 que aparece incluido en el primer volumen del archivo. En otro documento de finales del XVI dice así:“Finados los cuales y sobre dichos capítulos contenidos en esta regla de tiempo inmemorial, juntos todos los hermanos establecieron […]” por lo que cabe suponer, para la regla, una antigüedad muy superior al siglo XVI.
La ermita de San Juan de la Cerca es la sede de la Cofradía de la Vera Cruz. Se trata de un hermoso edificio románico del siglo XIV pero, por lo que es más conocido y querido, es porque en él radica el alma y la esencia de esta Cofradía, donde se respiran los más íntimos sentimientos de generaciones de “Disciplinantes”.
Toda persona que desee disciplinarse debe cumplir una serie de requisitos: ser mayor de edad, varón y disponer de un certificado de su párroco, que acredite su sentido cristiano y su buena fe. Una vez cumplidos éstos, acudirá a la sede donde se le asignará un acompañante, hermano de la cofradía, que le servirá de guía, ayuda, consejo y protección, durante el tiempo de su penitencia.
Ya vestido con el hábito, acudirá a la procesión o a la Hora Santa, se arrodillará ante el paso al que haya hecho la ofrenda (generalmente ante “la Dolorosa” o ante el “Monumento” en la iglesia), rezará una oración y, al ponerse en pie, el acompañante le retirará la capa de los hombros y le abrirá la abertura de la espalda.
El disciplinante cogerá la madeja por la empuñadura con las dos manos y, balanceándola entre las piernas, se golpeará la espalda por encima del hombro alternativamente, a izquierda y derecha, durante un tiempo variable según cada disciplinante, pero que suele ser unos 20 minutos y entre 800 y 1.000 golpes, hasta que el acompañante y el práctico decidan cuando es el momento de ser pinchado.
Llegado este momento, se inclinará y colocará la cabeza entre las piernas del práctico, que le golpeará levemente tres veces cada lado de la espalda, en la zona lumbar, para que brote un poquito de sangre, que evite molestias posteriores, pero nunca para mortificar más o aumentar el sufrimiento. Después se golpeará 15 ó 20 veces más.
El utensilio que tradicionalmente se utiliza para “picar” se denomina “esponja” y consiste en una bola de cera virgen con 6 cristales incrustados de dos en dos, de manera que cada disciplinante recibirá 12 pinchazos.
Finalizada la penitencia, disciplinante y acompañante vuelven a la cofradía donde el practicante le lava y cura las pequeñas heridas con agua de romero y con meticulosidad.
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