En 1888 la localidad riojana de Arnedillo sufrió una trágica epidemia de viruela negra que causó una gran mortandad. Los habitantes de Arnedillo buscaron en la Fé lo que la Ciencia no les proporcionaba.
Pusieron una vela en cada uno de los 7 santos venerados en la localidad y la última en consumirse indicaría al santo que saldría en Procesión. El elegido fue San Andrés, curiosamente “protector de la salud de los individuos”.
Se realizaron hogueras en las que se quemó romero y se le atizó con grojo en las calles y plazas de la localidad por su cualidad desinfectante, sacaron a San Andrés en Procesión y la epidemia remitió.