Concha Piquer desea desde hace tiempo conocer a Federico García Lorca. No en vano él es el poeta más solicitado del momento y ella la más famosa cantante de España. Ese encuentro debe producirse. Mujer acostumbrada a manejar su destino y a no recibir nunca un no como respuesta, le pide a su colaborador Rafael de León que cite al poeta en el Teatro Español de Madrid, donde ensaya su nuevo concierto. Quiere proponerle que le escriba una canción.
Federico acepta la invitación. Por un lado admira la voz de la cantante, por otro está deseoso de conseguir nuevos ingresos que, unidos al teatro, le permitan llevar el nivel de vida que siempre ha soñado y del que, al fin, está empezando a disfrutar. Eso sí, le han contado tantas cosas (y no siempre buenas) de la valenciana que acude con ciertos reparos, mucha curiosidad (y bastante retraso), al encuentro.
Pero, una vez frente a frente, las cartas se irán poniendo sobre la mesa. La verdadera razón de ese encuentro es avisar a Federico de que la situación del país es irreversible. Concha sabe de buena tinta que su nombre figura en varias listas negras. La “gente como él” debería huir al extranjero lo antes posible. Por su propia seguridad. Federico no cree que la sangre llegue al río y que los ánimos se calmarán.
Sin embargo, un terrible acontecimiento, el asesinato de José del Castillo a pocos metros del teatro, hace a Federico replantearse la situación. Quizá debería huir. Concha le dice que ella le puede facilitar en ese mismo instante un pasaje para México. No debe perder un minuto. Pero el poeta no tiene tan claro que ese sea su destino. España es su patria. Y nunca se sentirá en ella EN TIERRA EXTRAÑA.
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